«Papá, todo el mundo busca la felicidad. Pero, ¿qué se entiende por felicidad?» Esta fue una de las preguntas que un sabio niño en la India, Sveta-Ketu, puso a su padre hace muchos siglos.
«Uno de los signos de la felicidad, hijo, es que una persona que lo tiene, se vuelve activo. Una persona que no encuentra la felicidad no tiene ganas de estar activo. Su mente es estrecha, su voluntad es débil. Aquello que es vasto e infinito trae la felicidad. No hay alegría verdadera en lo que es pequeño o finito. Puedo decirte que el Infinito solo, es felicidad. Pero hay que querer entender este deseo de infinito, mi hijo”.
«Quiero entenderlo, papá», dijo Sveta-Ketu.
«Bueno», dijo su padre. «Entonces tienes que escuchar atentamente lo que digo y pensar profundamente acerca de ello:
«Cuando una persona se da cuenta de que nada ni nadie está separado de él, que él es uno con todas las personas, animales y objetos en el universo, cuando una persona ve y oye y sabe nada más – eso es el Infinito.
«Pero, si uno ve o siente alguna otra cosa, obstruyendo le, separándolo, entonces eso es lo finito. Él no ha encontrado aún el infinito.
«El Infinito no desaparece, sino que dura para siempre, pero lo que es finito pasará.»