«Un pequeño fuego ablanda un gran trozo de cera. Así, también, una pequeña indignidad a menudo ablanda, suaviza y borra de repente todo el ardor, la insensibilidad y la dureza de nuestro corazón.»
El que ha perdido la sensibilidad es un filósofo estúpido, comentarista condenado a sí mismo, un charlatán contradictorio en sí mismo, un hombre ciego que enseña a otros a ver. Él habla de la curación de una herida y no para de irritarla. Se queja de la enfermedad y no deja de comer lo que es perjudicial. Él ora en contra de ello, e inmediatamente se va y lo hace. Y cuando lo ha hecho, está enojado consigo mismo y el pobre hombre no se avergüenza de sus propias palabras. «Yo estoy haciendo mal», grita, y ansiosamente lo sigue haciendo. Su boca ora en contra de su pasión y su cuerpo lucha por ello. Él filosofa acerca de la muerte, pero se comporta como si fuera inmortal. Se queja sobre la separación del alma y el cuerpo, pero dormita como si fuera eterno. Habla de la templanza y el autocontrol, pero vive por la gula. Lee acerca del juicio y comienza a sonreír. Lee acerca de la vanagloria y es jactancioso mientras que lee. Repite lo que ha aprendido acerca de la vigilia y cae dormido en el acto. Alaba a la oración, pero huye de ella como de la peste. Él bendice la obediencia, pero él es el primero en desobedecer. Elogia el desapego, pero no se avergüenza de ser rencoroso y luchar por un trapo. Cuando enfurecido se vuelve amargo, se enojó otra vez a su amargura y él no se siente que, después de una derrota, está sufriendo otra. Después de haber comido en exceso se arrepiente, y un poco más adelante lo hace de nuevo. Él bendice el silencio y la alaba con una serie de palabras. Es profesor de la mansedumbre y durante la enseñanza actual se pone frecuentemente enojado. Después de haber despertado de la pasión, suspira, y moviendo la cabeza, se someta de nuevo a la pasión. Condena la risa, y conferencia sobre el duelo con una sonrisa en su rostro. Antes de que a otros, se culpa a sí mismo por ser vanidoso, y en culpar a sí mismo sólo está inclinando por la gloria para sí mismo. Ve a gente en la cara con pasión y habla de la castidad. Mientras frecuenta el mundo, elogia a los que viven en la quietud sin darse cuenta de que avergüenza a sí mismo. Exalta a los que ayudan con limosnas y ultraja a mendigos. Todo el tiempo es su propio acusador y no quiere llegar a sus sentidos – es un hombre que tiene el alma y la cabeza muerta antes de haber muerto su cuerpo.
St. John Climacus, «The Ladder of Divine Ascent,» (Boston; Holy Transfiguration Monastery, 1978), STEP 18: On Insensibility, that is, Deadening of the Soul And the Death of the Mind Before the Death of the Body
La insensibilidad tanto en el cuerpo y en el espíritu es un sentimiento matador, que, de larga enfermedad y negligencia, cae en la pérdida de la sensibilidad. Si alguna vez te paso algo en el que has resultado no poder sentir, cambia aquello. Te despiertas y ves los colores, sabes que son bonitos pero no sientes nada. Hacen algo bonito por ti, sabes que es bonito, pero no sientes nada. Te aman y acarician, pero no sientes nada. Te sonríen y piensas porque. Vas por la calle y ves el mundo como si fuese un experimento que salio mal, hediondos los humanos. Ves que el sistema ha fallado, que has despertado de una forma en la que ya no sientes la bondad de la vida, sino buscas una excusa por vivir, la única razón por la que no te suicidas es porque crees que es una estupidez tomar la salida fácil como todos… Si te encuentras triste día a día y ves que la vida no tiene colores, cámbialo. Conoce a gente, busca a personas que darían su tiempo para ti. Aunque en el mundo inmediato no encuentres a personas que te quieran, somos 7000,000,000,000 personas en el mundo, alguien que le importes existe allí fuera. Eso he aprendido yo, que estemos lo triste que estemos, por alguna razón, cuando hay gente que de verdad quiere hacer algo por nosotros, nos sentimos algo mejor. No mueras antes de la muerte.