Ya esta aquí el verano y con ello las Hogueras de San Juan. En esta se envuelve toda la geografía española con ritos y tradiciones ancestrales. El fuego, como el agua, son elementos purificadores que en la víspera de San Juan serán los protagonistas de la noche más corta del año. Arderá todo lo malo conocido, idealizado en la figura del Diablo.
El origen de esta costumbre se asocia con las celebraciones paganas en las que se festejaba la llegada del solsticio de verano, el 21 de junio en el hemisferio norte, cuyo rito principal consiste en encender una hoguera. La finalidad de este rito era «dar más fuerza al sol», que a partir de esos días iba haciéndose más «débil» ―los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno. Simbólicamente, el fuego también tiene una función «purificadora» en las personas que lo contemplaban.
Ritos y conjuros como saltar siete olas de espaldas a la orilla del mar o lavarse la cara con el sano deseo de asegurar la buena salud para todo el año.
Lo que me sorprende es que aun exista después de que los Cristianos hayan erradicado la existencia de lo pagano, de lo natural. Sinceramente, no me sorprende, se apropiaron del festivo y lo utilizaron a su ventaja – la fiesta cristiana de San Juan es el 24 de junio, seis meses antes de la víspera del nacimiento de Jesús, que es el 24 de diciembre.
